Hoy voy a hablar de una palabra que abarca mucho en psicología y terapia: compromiso. Tal vez requiera una breve definición, que nos aproxime a qué se refieren los psicólogos cuando hablan de compromiso.
El compromiso es algo que viene tras la conciencia y aceptación de una situación, aunque hay casos en que la persona establece un compromiso consigo misma sin demasiada conciencia, posiblemente ahí se ha dado un entendimiento intuitivo de la historia y situación de uno que le ha llevado a “comprometerse“.
Es desde esa conciencia, o cuando no la hay desde esa intuición (que tiene el problema de ser mucho más azarosa e incontrolable), que surge el compromiso. Nos comprometemos cuando establecemos una misión, cuando tenemos un propósito, un objetivo y también cuando tomamos una decisión que afectará a cómo respondemos a ciertas situaciones o cómo las abordaremos.
“Libertad es lo que haces con lo que te han hecho, y eso define la vida”, decía J. P. Sartre. Como existencialista Sartre era un humanista, y como humanista me resulta lógico que recoja con tanta comprensión una forma de realizarse en la vida que a mí como psicólogo humanista me resulta tan familiar.
Para un psicólogo humanista (y para otros también, lo sé) la vida es una especie de patrón que albergamos en nuestra mente, y tejemos ese patrón en nuestra relación con la realidad: lo que hacemos, lo que dejamos de hacer y cómo la vivimos. Y a esto le llamamos realización.
En la terapia de aceptación y compromiso que lo que nos pone en esa “buena” realización, en ese bienestar, en ese ser felices y plenos, tiene que ver con comprender nuestra realidad y lo que nos pasa (conocimiento), darnos cuenta de ello en nuestra vida (conciencia), asumirlo (aceptación) y desde ahí, un gran trabajo ya, ser capaces de establecer una nueva actitud frente a las cosas que nos abordan, comprometernos con nuestra vida en lo que podemos ver que nos toca.
Conocer — Tener conciencia — Aceptar — Comprometernos
Tras más de 50 días de confinamiento, con una pandemia que ha azotado nuestro país, y sigue haciéndolo, convirtiéndolo hoy por hoy en el país más castigado por el Covid-19 (al menos con datos oficiales), hemos comenzado una desescalada.
No creo que haga falta mucha discusión para entender que esta desescalada obedece a la tensión que ha habido desde un comienzo aquí y en todas partes entre salud y economía. En esa tensión, ha llegado el momento para la economía. Sin embargo los datos en España siguen siendo para tener alguna preocupación.
Así, se nos permite salir, gradual y diferenciadamente. Se nos permite salir, pero no se nos obliga a salir, ni se nos dice que tengamos que salir, que haya que hacerlo.
Creo, sin muchos datos, que el comportamiento de la población en general y mayoritariamente está siendo ejemplar. Sin embargo, un porcentaje no desdeñable de esa población carece de compromiso alguno con la situación que estamos viviendo.
En mi opinión no va a resultar fácil que los jóvenes, por ejemplo, puedan cumplir con un compromiso de comportamiento para estas fases. Están formándose y su instinto gregario, su necesidad de estar en pandillas y con iguales, es tanta que rebasará cualquier conciencia de la situación. Por tanto, para ellos se debían haber tomado otras medidas más claras que les hiciera tener un control externo que ellos mismos, en una mayoría más amplia, no tienen. No es que sean irresponsables, es que son jóvenes y aunque muchos sí respetarán, un porcentaje mayor del deseado no lo hará, porque tienen una imperante necesidad de estar con otros jóvenes.
Es hora de que establezcamos un compromiso ante esta situación, que tomemos decisiones. Si vas a un paseo, una rambla, la playa, un parque, una avenida, y ves que hay demasiada gente lo responsable es darte la vuelta y no andar por allí, en lugar de zambullirte con el resto en esa marea de posibles contagios y contribuir a ellos.
Es hora de salir con un objetivo en la cabeza, y no lanzarte a correr, pasear y deambular sin un propósito de fondo en todo ello: intentar que haya distancia social con claridad, proteger a los demás y a ti mismo.
En la fase 1 podremos reunirnos hasta con 10 personas. Lo deseable es que siempre fueran las mismas, porque si en tres quedadas hemos cambiado a esos con los que quedamos la red de contactos (y con ella la de posibles contagios) habrá extendido sus hilos por todas partes. Creo que esto no se ha explicado bien ni lo suficiente, y creo que ahí tenemos otro compromiso más. Está en nuestros hombros soportar esta escalada de la cuarentena, comprender que no ha acabado la pandemia.
De lo que suceda estos días, de nuestro comportamiento responsable, podremos sacar conclusiones sobre nuestra cohesión social, nuestro estar, lo que somos y nuestro valor como sociedad. Pero además, este compromiso no solo define nuestro civismo, nuestra implicación con los otros en sociedad, sino que nos define a nosotros mismos como personas. Qué clase de persona soy, qué grado de libertad soy capaz de ejercer (tomar decisiones y llevarlas a cabo por un sentido es la libertad, no hacer lo que apetece sin relación con la realidad y lo que nos implica en ella). Ser libres es tener una decisión personal, ser libres es salir con conciencia o incluso no salir, porque asumimos y aceptamos lo que pasa y actuamos en consecuencia, basándonos en los datos.
Está en nuestras manos aprender y comprometernos o seguir repitiendo la misma historia (es frecuente que aquello que no aprendemos tengamos que repetirlo).