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Dependencia emocional: los amores perros son más llevaderos a la francesa y eso tiene truco y explicación.

dependencia emocional

Tabla de contenidos

Los que disfrutamos de un carácter obsesivo deambulamos con gracia y torpeza a la vez por nuestras obsesiones. A mí por ejemplo, cada tantos días me da por una canción y con ella por un estilo musical. Una vez me ha dado el venate ya no paro, y repito la canción y su playlist asociada como si no hubiera mañana. Escuchando canción francesa reflexiono sobre la dependencia emocional y los amores perros.

Parce que tu crois y dependencia emocional

Estas canciones nos permiten vivir los juegos de la pasión a mejor distancia para entenderlos, tumbados en el sofá del hogar.

No sé qué casualidad me ha llevado a encontrarme con Parce que tu crois de Charles Aznavour. Pero la canción desde un principio se me enganchó dentro, antes siquiera de saber con claridad de qué iba la cosa.

Pero luego voy y me encuentro con la letra. Si os gusta y entendéis un poco el francés os aconsejo la versión francesa de la letra y si no pilláis ni papa aquí tenéis la letra en español:

Porque crees que eres mi debilidad,

Me hieres, me afliges y te burlas de mi,

como de todas las cosas

y dispones de mi vida noche y día. 

Porque crees ser mi razón de ser,

haces brotar mi dolor

y bien a mi pesar, o al menos así lo pienso,

gastas la alegría que vive en mi corazón.

Un día puede llegar, tal vez mañana o más adelante,

cuando ¡quien sabe Dios mio!,

el destino vendrá a entorpecer los juegos.

Todo lo que crees que te pertenece sin reserva,

como un sueño a la mañana, puede romper tu ley,

dejar tus ojos húmedos y el vacío en tus manos 

Porque crees que soy un esclavo,

un despojo del amor,

extraes tus alegrías y forjas tus armas

en las lágrimas sin auxilio de mi corazón apenado. 

Porque crees que fui puesto en el mundo

para que, rubia desatada, me lleves al paso

sin hacer ningún sacrificio

por un capricho, una idea de niña malcriada. 

Cuando todo esté muerto, cuando la pasión haya abandonado mi cuerpo,

me recuperaré y te dejaré sin remordimiento. 

Porque creo que un día en una sonrisa

diré que lo nuestro se ha acabado, ¿entiendes?,

y que finalmente solo me queda

el gesto de la despedida

Ya lo veis, los franceses no se andan con chiquitas, ¿eh?

En mi lista de canciones sobre el amor erróneo la pasión es un tema central. Esa idea de consumirse en la llama, aliñados en sufrimiento, sin vivir y desazón. En el brasero, vamos quemando todo lo que tenemos: autoestima, capacidad para la alegría, y también queda seco y endurecido nuestro corazón si no sacamos a tiempo nuestras vísceras de ese fuego.

Las carencias afectivas son como globos de amor que perdimos en el crecimiento. Luego, de mayorcitos, siempre andamos buscando ese globo perdido.

La pasión como idea obsesiva, que tan bien sienta a las carencias afectivas, y por eso es cuando tenemos boquetes en el alma cuando somos más proclives a vivir grandes amores. No es amor amiga, no es la pasión hermano, es la falta de amor lo que te está haciendo consumirte. Y esa falta viene de antes. No es él o ella, por quien suspiras tanto: eres tú.

El amor cortés como una expresión de amor patológico ante la necesidad de amar en los tiempos en que los matrimonios eran arreglos concertados

Los franceses sin embargo, con su cultura tan dilatada y presente respecto al amor consiguieron crear la receta perfecta: el amor burgués. Y eso, ¿qué quiere decir? Pues brevemente, que como el amor del matrimonio mata la pasión, hay que incorporar una tercera pata a esa institución para que aguante; y tomaron la que ya existía: tener un/una amante. Y del amor cortés elevaron esta idea (o la arrojaron mejor) a las experiencias vividas con la mesura justa para no perder demasiado en el intento, es decir, al placer burgués.

Como se trata de jugar con fuego, no siempre sale bien, te puedes achicharrar en el intento. Pero en esta canción Aznavour muestra dentro del sufrimiento, la entrega y la humillación con la que es tratado una mirada socarrona e irónica, tal vez también despechada, instalada en un tiempo venidero, cuando su pasión, la llama que le da vida, se extinga. Entonces, cuando el objeto que insufla esa pasión ya no tenga combustible, será el momento de l’adieu. Por cierto que en esa consideración se aprecia lo falso de un amor apasionado, en tanto que en cuanto pierde la pasión se esfuma el amor. Esto es algo que muchos dan por sentado, que no hay amor sin pasión, pero a menudo me pregunto en qué medida no es al revés, y lo que no hay es amor verdadero con pasión.

Por un lado, dispuestos a la pasión, me resulta simpática y entrañable esa mirada burguesa que juega con los placeres peligrosos, y puedo entender que en el dilema entre una vida burguesa carente de nervio y alma se opte por encontrar maneras de resucitar el latido de un corazón polvoriento.

Por otro, como terapeuta, no puedo sino ver la imperfección de nuestros modelos culturales y de las instituciones creadas en ellos. Nuestros marcos definen cómo hemos de ser educados, cómo hemos de vivir y cómo hemos de amar. Y eso, difícilmente va a encajar con nuestra vivencia interna, que busca adaptarse a la realidad pero pudiendo expresar sus necesidades y sus profundos anhelos. La cultura, obviamente, es una imposición opresiva, aunque también un vehículo para entendernos y para construir.

Sería un propósito más integral poder crear relaciones más profundas donde no sea la corriente de la pasión quien decide y nos arrastra. Relaciones que nos comprometan y a la vez nos permitan una realización, una comunicación y un verdadero encuentro.

Mientras ese modelo llega (y no lo hará si no lo construimos nosotros), las canciones francesas nos recuerdan que el amor es difícil, y que en la corriente de la pasión no tomamos decisiones, somos arrastrados, perdemos nuestra identidad. Cuando un modelo cultural nos despoja de una verdadera identidad a la que afianzarse, la pasión se cotiza a la alza. Desde ahí, las sociedades apasionadas en el sentido amoroso, están mostrando en realidad lo vacías que andan de amor verdadero.

L’amour fou (fotograma de la película de Jacque Rivette)

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