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Empatía, sí, pero ¿cuál?

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La empatía es uno de esos conceptos, de esas palabras, que han pasado a convertirse en un lugar común y está en boca de todos. Todos sabemos que hay que tener empatía. ¡No tienes empatía con lo que me pasa!, nos quejamos incluso, exigiéndola.

Sin embargo, no sólo no todo es empatía, sino que hay diferentes formas de la misma. En concreto tres. Y tienen diferencias notables, y están jerarquizadas.

Una paciente llena de sensibilidad e inteligencia me contaba hace tiempo que le sacudía y afectaba ver a un mendigo en la puerta de la estación de tren donde se bajaba. Es un anciano, y eso la indignaba aún más. – Es que me pongo en el lugar de ese pobre hombre, tan mayor, y me parece indignante, es una vergüenza-.
Ella podía ver lo injusto de una situación así, que aquello no estaba bien, que desde la perspectiva de ese hombre tenía que ser duro y triste tener una vida así.

empcognitiva

Esta sería la primera forma de empatía, con ya tendencias a la segunda en ella. La primera forma de empatía es la empatía cognitiva. En ella podemos ponernos en el pensamiento de otro y comprender lo que le pasa y vive, su situación y cómo puede verse desde ahí. Es útil e importante, porque a la hora de discutir ideas y argumentos, es muy necesaria. Plantearnos eso que no entendemos desde dónde lo está argumentando la persona que nos discute.
Me decía mi paciente unas sesiones después que había visto al viejecito muy demacrado, seguramente porque ahora lo había echado del Hall de la estación y no tenía más que una manta y unos plásticos para calentarse. Al verlo pensaba en su abuelo y en cómo sería la vida de este hombre allí, sin nietos ni vida social, le dieron ganas de llorar de tristeza por su soledad y aislamiento.

empaemocional
Obviamente esta es la empatía emocional. Tengo la impresión que es lo que más entiende la mayoría por empatía. Consiste en tratar de imaginar lo que siente otra persona, y en ese proceso, llegar a sentir eso que creemos que esa persona siente.
La empatía está incardinada en los circuitos de nuestro cerebro. Tiene una intrincada red que orquesta que podamos crear sensaciones que extrapolamos que el otro siente, que podamos ver desde otra perspectiva diferente, basada en diversos indicios. Una perspectiva que parece la de esa persona con quien diferimos. Estos circuitos, estas habilidades, hacen que tengamos una sensación inmediata de sintonización, y mantiene la fluidez de las interrelaciones. De otra forma sería tan correoso y difícil que la comunicación tendría un coste enorme o sería imposible.
Ese sentimiento de tener química con alguien, no es otra cosa que eso la empatía, en su forma emocional. Por eso, cuando alguien dice que tiene poca química con los demás está diciendo que tiene poca empatía.
Las tres clases de empatías implican a circuitos neuronales diferentes. Y esto es decir mucho. Por eso hay gente que entiende a todo el mundo pero puede no sentir mucho al respecto. Igualmente, está quien siente las penas del otro, pero le falta el último salto. Ese que podemos dar a veces.
Porque hay otra forma más elevada y definitiva de empatía.

En la última sesión mi paciente me habló del anciano. Había estado hablando con él, y no era la primera vez. Conoce algo de su vida, de drama y dolor, y siempre que pasa a su lado lo saluda y se preguntan que tal. El hombre le sonríe, me dice. Nunca le había visto sonreír.
Hay una cosa, añade bajando la voz mi paciente, avergonzada. Antes de atreverme a hablar con él hice algo. Un día fui con un saco de dormir y una estera aislante y una manta nueva también. Eché en una bolsa ropa de mi padre vieja, incluyendo un suéter beige que le regalé hace varios reyes. Me quedé por allí y en un momento que el anciano acudió al servicio de la estación me acerqué y le dejé todo esto encima de sus plásticos.
• ¿Y por qué no se lo diste en persona? le pregunté
• Porque no me habría atrevido luego a hablarle, y yo quería hablar con él, conocerle.

compasión

Aún no se ha completado, pero mi paciente V. va camino de la forma más elevada de empatía, la compasión. La clave de la compasión es estar predispuesto a ayudar, algo que se puede aprender por cierto. No sólo conectas con los problemas y te afectan, sino que harás algo al respecto. Esta empatía se basa en el viejo sistema de circuitos de los mamíferos para el afecto y la conducta parental y alimenta estas cualidades.
Pertenece a otro orden, y no me extraña, porque es el único que revierte en cambios reales y nos implica, creando esa profunda red interdependiente que es la sociedad, la humanidad, en el sentido más noble que tiene ese término.

dalai compasión

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