Esta es la continuación de la anterior entrada sobre el podcast El tiempo y nuestra experiencia de vida en él. Puedes leerla aquí. Además, te dejo el enlace al podcast en Spotify.
Formas de estar en el mundo
Dos tipos de manera de afrontar la experiencia del tiempo
Algunos llevan la herida del tiempo consigo sin saberlo. Personas que con atención pueden ser descubiertas. En consulta puedo verlas, a menudo antes de que se vean a sí mismas.
Una vez más, como me dijo una terapeuta una vez, hay dos formas de estar en el mundo. En una de ellas, cuando encuentras un conflicto o algo que te afecta, lo abordas, lo afrontas, lo resuelves o lo atraviesas tratando de aceptarlo en ese camino.
Pero hay otra forma de estar que no excluye la contemplación ni poder seguir adelante. No la excluye, pero se produce una división, donde surge otra parte al ver el abismo. Otra parte que lo que quiere es saltar dentro de él.
Estos son los dos tipos de personas: unas saltan sobre el abismo, lo superan, siguen. Otras, saltan también, pero una parte de ellas las abandona y se lanza a la oscuridad, al fondo abisal, y no regresa jamás.
Tiempo y memoria
Nuestra memoria es un registro indisolublemente unido al tiempo. Condicionada por este.
¿Por qué el tiempo pasa más rápido cuando nos hacemos mayores? Básicamente porque todo lo que vivimos empieza a ser una repetición y la memoria no distingue. La primera vez que das un beso es inolvidable, el beso 342 está sepultado en la repetición. Por eso es importante una vida de atención plena, consciente. Por eso hay que mirar con ojos nuevos. Porque la memoria se renueva y el tiempo se ralentiza. Sí, abrir los ojos es vivir más. Hay que fijarse.
Con el tiempo se produce esa metáfora que tan bien reflejó la novela Momo, de Michael Ende. Cuando más corres, cuanto más te apresuras, más rápido va el tiempo. Correr para vivir es empezar a dejar de vivir. Vivir a tope es dejar de vivir realmente, se convierte en una parodia de vida.
La vida intensa, plena, esa que te corre por las venas y en ellas circula lo que sientes, requiere atención abierta y entrega, hay que parar esa máquina obsesiva en nuestra cabeza que quiere empaquetar lo que nos pasa siempre. Hay que dejar de correr o mejor, hay que dejar correr todo y pararte tú.
He cruzado océanos de tiempo para encontrarte
Drácula, Bram Stoker.
He cruzado océanos de tiempo para encontrarte, le dijo Drácula a Mina. De alguna forma, todos, al amar hemos de cruzar un océano hasta llegar al otro.
La experiencia y la edad
Qué profundo error ha cometido nuestra cultura entronizando la juventud como territorio de la máxima expresión de la vida, del ser humano. Es un error que procede de nuestra riña con la experiencia del tiempo. Cualquier tiempo pasado fue mejor es la frase que delata que nos lleva mucho aceptar nuestra finitud, nuestra maduración.
Qué error, yendo más lejos, hay en creer que el amor tiene edad, que tiene un tiempo. Recuerdo la película El nido, donde con toda inocencia e intensidad una adolescente y un hombre de 60 se enamoran.
Una historia real
Recuerdo un paciente que tenía 30 años y sentía una gran atracción por una señora. No era nada sexual, pero sí era pasión, de una especie rara. Quedaban para verse a escondidas y los sorprendieron en un parque, de la mano, paseando. La familia de ella se la llevó riñéndole como a una niña pequeña. Qué raro es todo, me decía, soy yo quien le cuento mi vida a ella, que ha vivido más del doble. No puedo dejar de hablarle, yo que nunca he contado nada a mis novias, es como si dentro de ella hubiera varias mujeres, como esas muñecas rusas.
Iba creando sobre sí mismo la experiencia de un amor extraño mientras ella abría dentro de sí otra mujer más pequeña. En algún punto estaba ese sitio mágico, intemporal, donde desde el corazón se habían encontrado esa mujer sin edad que ella escondía y ese anciano en proyecto que de él iba naciendo.
El tiempo nos cambia
Siempre he visto magia en esos rostros de hombre curtidos, arrugados, en las estrellas abiertas que rodean la mirada de una anciana. Es la magia del tiempo, como si con su martilleo suave fuera tatuando nuestra piel.
Infancia y vejez
A los niños a cierta edad le salen pecas con el sol, luego suelen desaparecer. Pero con la edad regresan y van cubriendo nuestra piel. Porque esa es otra paradoja del tiempo en nuestra vida, la manera en que según avanzamos hacia la vejez retrocedemos a la infancia. Como si fuéramos desprendiéndonos de todo lo superfluo primero, y luego de todo lo demás: recuerdos, afanes, preocupaciones.
Tal vez la manera perfecta de morir, si la salud física lo permitiera, sería esa: desnudos de todo lo que no necesitamos, solo con ese cogollo de experiencias que siguen encendidas por el poder de que ahí vivimos verdaderamente.
Mientras, el tiempo sigue su inexorable marcha, y con ella va haciendo que los cuerpos florezcan, maduren y se vayan marchitando, mientras escribe sobre ellos con su caligrafía secreta no sabemos qué. Tal vez entre nuestras manchas, arrugas y cambios están las citas de lo mejor y lo peor que fuimos, aquellas palabras que nos marcaron para siempre.
Interruptores…el on-off del tiempo
La experiencia del tiempo puede verse afectada por varios factores. Uno es la visión y otro la risa.
Los ojos y la mirada
El nervio óptico es un haz de fibras nerviosas. El grueso realiza la visión, pero hay un conjunto de fibras que realizan otras funciones. Que se sepa, están relacionadas con la intensidad de luz que recibimos, con los ciclos día-noche, con las estaciones. ¿Será ese el lugar por el que el tiempo le da cuerda a nuestro corazón. Y si es así, ¿sabemos si entre esas fibras hay algunas que cuentan lo verdaderamente importante? ¿Alguna cuenta las miradas que recibimos? ¿Alguna registra las ausencias? ¿Hay alguna que le marque la pauta a ese minuto sin respiración ante el amor, el miedo, la angustia? WAY TO FALL
La risa
¿Y la risa? ¿Cómo es la experiencia del tiempo en ella? No hay cosa que cree más presente, incluso con los recuerdos, que la risa. De hecho, la risa es el relámpago y el trueno cuando chocan dos o más realidades temporales. Es el choque de mundos.
¿Por qué reímos? Apuesto a que es la liberación de energía precisa para descargar ese encuentro entre dos mundos. Por eso cuanto más intenso es el choque de realidades mayor es la carcajada. En lo que se refiere al tiempo, la risa es como el ruido de esa cadena que como una bicicleta en algunos momentos está a punto de salirse. La risa nos recuerda que el tiempo está ahí y que muchas cosas son absurdas en el baile al que él las somete.
Conclusión
No sé qué puede ser la eternidad, pero debe parecerse a ese momento donde corazón, estómago y cabeza se armonizan, todo el cuerpo es un solo latido, y vives completamente y ves que vives a la vez. Por eso, creo que hemos sido eternos, y volveremos a serlo, varias veces, para perdernos extrañamente de nuevo en el tiempo, hasta desaparecer. Pero en esa eternidad, estaremos siempre.