Este texto forma parte del podcast El tiempo y nuestra experiencia de vida en él. Puedes escucharlo en Spotify o aquí. En esta entrada puedes leer la primera parte y publicaré la segunda en la siguiente.
Tiempo y consciencia de él.
La experiencia del tiempo: Una receta.
La experiencia del tiempo es fundamental para entender la vida. Guardamos una extraña y difícil relación con el tiempo. Tan extraña y difícil es, que se escapa entre nuestros dedos el comprenderla.
Shakespeare dijo, y acertó literalmente, que estamos hecho del mismo polvo que las estrellas dejan al extinguirse. Lo que no dijo es que la conciencia de ese hecho inaugura nuestra difícil relación con el tiempo.
La receta que nos distingue frente al tiempo de cualquier forma de vida que conozcamos se compone de consciencia, memoria, reflexión y la mágica cualidad de poder atar como en un dim sum todo eso a nuestras emociones. No voy a citaros la magdalena de Proust para explicaros esto del dim sum, bueno sí, acabo de hacerlo.
Einstein rompió con la física clásica al establecer la relatividad del tiempo, según el observador. Pero ya antes algunos ilustres escritores abren el debate respecto al tiempo, el tiempo humano, nuestro tiempo psicológico, ese en el que vivimos. Últimamente la física cuántica nos desconcierta y hace dudar de si ambas realidades no estarán conectadas de alguna forma.
Sueño y realidad
Desde que se vuelve reflexivo el hombre no puede siempre estar seguro de la absoluta diferencia entre sueño y realidad porque cambia la experiencia del tiempo para él. Pero aún hay más. Es más fácil guardar una estrecha relación sentida con el sueño que con la realidad. Esto nos convierte en creadores de realidades individuales que habitamos.
Y cuando soñamos, ¿Qué dimensión, qué duración tiene el sueño? Sabemos, no solo por la ciencia, sino por experiencia propia, que hay sueños concentrados. En solo unos minutos nos atraviesan una serie de imágenes que resumen una experiencia completa, una historia de vida llena de detalles, realidad y emoción.
Un viejo dibujante representó al sueño como un hechicero que tomaba concentrados de nuestra memoria y sentir y los mezclaba en un matraz añadiéndoles un ingrediente secreto para que reaccionaran. Creo que ese ingrediente secreto, alquímico, era de alguna índole que desataba la cadena del tiempo para que este moviera a su antojo.
Lo que quiero decir es que el tiempo es una cadena secuencial que en la vida puede tensarse o contraerse. Sin embargo, en los sueños la cadena del tiempo puede romperse, desordenarse y ofrecernos otra vida, otras leyes, desdecirnos de lo que somos.
En la entrada SUEÑOS ROTOS os hablé (tenéis también podcast) de cómo vamos cumpliendo etapas en la vida.
Nuestra propia burbuja de tiempo
El problema es que estamos unidos íntimamente a nuestra experiencia personal, y en ella, nuestro tiempo tiene su propia medida, que no es la misma que la de nuestro vecino, ni siquiera la misma que la de nuestra pareja.
¿Significa que estamos solos, cada uno en su burbuja?
No necesariamente, no todo el tiempo. Trascendemos esa realidad propia cuando la hacemos accesible al otro, a los otros. Ese es el sentido del arte, un lugar donde nuestras realidades se encuentran, se cruzan. Una de las creaciones más elevadas del ser humano, eso es el arte, un puente para salir de nuestra burbuja.
Esta grandeza, este encuentro no fácil de realidades, este verse, es uno de los principales factores que complica nuestra relación con el tiempo. Porque habitamos soledades, mundos propios, y solo de vez en cuando se cruzan, se abren a otro.
Compartir nuestra burbuja: la terapia
En nuestra constante creación de una realidad propia, hay muchas oportunidades de perdernos. Tantas que se ha creado un extraño fenómeno para asistir a ese extravío: la terapia. Se produce un acto de gran extrañamiento cuando decides permitir que alguien entre en tu realidad para recorrerla contigo. Alguien que tratar de entender tu burbuja por dentro. Eso te permitirte sentirte sentido, adoptar una nueva perspectiva y un acompañamiento que vuelva esa realidad propia más habitable. El acto terapéutico es, en este sentido, tal vez el más profundo que existe. Está cargado de muchos elementos. Es el más intenso y artificial intento de comunicarnos que existe.
El tiempo en terapia
Una de mis intenciones más sutiles en la consulta es lograr ese adensamiento del tiempo. Según se avanza en la sesión, entre silencios y miradas, con perspectivas y comprensión, con seguridad y apertura, llega un momento en que por un instante el tiempo se detiene. De esta forma, la experiencia del tiempo del paciente cambia.
Que el tiempo se detenga es una paradoja, porque el tiempo se detiene muy poco, pero ese poco que se detiene contiene el aliento de la eternidad. Eso da perspectiva y paz, también da miedo a veces, es inevitable. La terapia en ese sentido es un baile con el tiempo.
Se juega con el pasado, pero también con el presente y el futuro, creando una cadena que une los hechos y los relaciona. Es una cadena que corta la secuencialidad. Hay momentos en terapia en los que el futuro antecede al pasado, porque los actos y sentidos hacia los que vas tratan de sanarlo. Cuando los transitas el pasado se alza para ser renovado. Al menos el presente permanece siempre en su sitio, mientras estás ahí, sentado en la silla una hora.
Por eso trato también en terapiabierta de profundizar en nuestras concepciones sobre temas tan básicos como este de nuestra experiencia de vida en el tiempo.
¿Cómo nos cambia el tiempo?
Existen dos tipos de personas en el mundo, aquellas que viven dentro de la realidad y aquellas que tienen una fractura con ella. Las primeras discurren con la realidad y se aferran a ella cuando se les escapa.
Para las segundas, la realidad se ha roto dejándolas suspendidas. Son personas a las que se les para el tiempo o lo transforman en una experiencia subjetiva por completo. Cuando regresan al mundo de la costumbre, vuelven desde la eternidad de lo absoluto, y su mirada ha cambiado.
Esas personas han pasado también mucho tiempo tratando de cerrar la grieta por la que el tiempo se les coló dentro. Ese intento no suele dar buen resultado. Quien prueba el veneno de la consciencia y se para ante el caer del segundero del reloj tiene por un imposible volver a la infancia de un tiempo virgen, secuencial, único.
Uno puede resistirse unos años pero no hay más remedio que abrir poros, expandir grietas y vivir el mundo con extrañeza y aceptación. Hay que equilibrar las realidades con las que desde entonces se tropieza. Escindirse entre el que vive y el que se observa, multiplicarse. Al principio da miedo, luego es complejo, más tarde, parece que vuelas.
Es posible provocar esa entrada en lo profundo, ahondar el tiempo. La receta es romper con las estructuras fijas, desafiar la rutina, ignorar alguna regla un buen día cuando nadie, ni tú mismo, lo esperas. Permitirte sin preguntar, crear un espacio propio y habitarlo por completo. Hacemos muy pocas cosas por completo, perdidos en nuestra supervivencia y murmullo.
En la entrada QUERER Y DESEAR planteamos otra forma de relacionarnos con el tiempo al establecer un ejercicio de voluntad y destino frente al deseo inmediato. De esa forma podemos establecer un eje vertical que nos acompaña en los sucesos del día a día. Eso sobredimensiona el tiempo.