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La verdad, no sé si recomendaría Alegría a mis pacientes encarecidamente o no lo haría en absoluto. Tal vez no es una novela para pacientes, o por el contrario, para la psicoterapia tal y como la entiendo, es precisamente el bálsamo en el que pueden beber del dolor de la vida, y a través de él caminar hacia una tentativa de aceptación. Mi duda está en la dureza que a veces transpira en sus frases. portada_alegria_manuel-vilas_201910211145
Si hay una palabra manida en terapia es aceptación. Tienes que aceptarlo, aceptar todo, el punto medio, aprender del dolor, etc… Utilizamos estos conceptos y se convierten en un lugar común y así creemos ya tener solucionado el problema. Pero el problema sigue ahí. No se acepta porque sí, ni fácilmente. Aceptar es como un círculo vicioso: solo puedes hacerlo cuando estás preparado, mientras no. Y la única forma de ayudar es una paradoja: aceptar que la persona no puede hacerlo. Acompañarla en eso. Es justamente lo contrario lo que andamos haciendo.

aceptación
Alegría es un libro en muchos aspectos descarnado y sin embargo, también está impregnado de ternura. Casi parece el libro de un moribundo. La alegría de la que habla está muchas veces teñida de nostalgia y mucho especialmente de pasado. Es desde ahí que el protagonista puede a veces, pocas, tener una relación directa con la realidad. En la mayoría de los casos su relación está atrapada en el pasado. Hay que vivir el presente, le dirían muchos, casi le diría yo. Vive el presente. Igual habría que abofetear al que nos espeta así este tipo de idioteces. Vive el presente. Decir vive el presente, acepta, se feliz, entraña una profunda desconexión del otro, y por ende, de uno mismo y de la vida.

pasado
Pero Alegría es demasiado descarnado para mis pacientes tal vez. No quisiera que su profundidad y su convivencia con el dolor y la muerte los afectara. Quisiera, eso sí, que pudieran navegar por sus aguas y acompañar al protagonista en lo que nos dice, en lo que se dice a sí mismo. Tal vez ese sería el mejor viaje para mis pacientes por este libro: la empatía con el personaje, acompañarle en su soledad y en su sombría, a veces con vetas de infantiles momentos que son agua fresca, mirada de la vida.
Si algo me convence de Alegría, para mis pacientes o para mí, para todos, es su autenticidad. Podría decirse que cada una de las palabras de Alegría es auténtica. Un terapeuta, un terapeuta humanista en especial, da mucha importancia a la autenticidad. La autenticidad no es una verdad objetiva, a veces ni siquiera una verdad. La autenticidad es algo vivo, igual la vida misma. Este libro es tan auténtico que se me antoja que las frases que escribo ahora están teñidas de su color, que se contagian de su estructura. Porque la vida se reproduce.
Estoy hablando de Alegría ya, pero aún no he acabado siquiera la primera mitad del libro.
Es una extraña alegría que ni siquiera lo es la de esta novela. No sé si es malegría, ese concepto que aprendí con Manu Chao donde para nosotros no todo está bien, pero por mucho que queramos, no podría ir mejor. Ante eso, lo mejor es hacerse a la idea, resignarse.
Tiene otro valor Alegría (porque es un libro valioso, sea más oscuro o más iluminado por su verdad): el valor del otro, de otro dañado a todas luces, pero instalado en su verdad, sin concesiones, sin mediocridades (es curioso que para ello el personaje ande a veces tan hilvanado con la mediocridad, saliendo de ella siempre victorioso). Como soy terapeuta, y siento una profunda vinculación y afán con el otro en su mirada ante la vida, en su camino, este libro es irresistible para mí. Me somete a mi propia verdad. A veces odio al personaje, quisiera que fuera feliz sin más, que no buceara, que no removiera el cieno, a veces lo niego, y me niego a mí mismo con él.

Vilas
Manuel Vilas

En realidad, no sé si quien habla en alegría es un suicida o alguien que ha alcanzado la iluminación. Y es curioso, cabría plantearse cuán cerca están ambas posiciones, si lo que las hace divergir tanto es más una cuestión de ángulo que de distancia en la vida. Llegados a un punto de la vida, el mismo punto, es solo el ángulo lo que determinará si eres un suicida o un sabio. De alguna forma eres ambas cosas a veces. Claro que es un suicida clarividente, un personaje con un exceso de conciencia, que en realidad es un exceso de autoconciencia, de fijación en su propia historia. Y eso es la enfermedad mental en diferentes grados, un ensimismamiento, una concentración enfermiza, un estar atraído por fuerzas que nos escupen de la realidad.
Encuentro en Alegría frases que son un trallazo de visión, que alumbran la consciencia que son terapéuticas y hablan de terapia por sí mismas.
“Era dolor, pero un dolor que enseñaba zonas de la vida en donde era bueno estar”.
“Ese mordisco ávido de tu sangre va a darte un ensanchamiento de tu percepción del mundo”.
“Lo que he visto en la vida me ha trastornado, pero ha valido la pena verlo, porque he vivido más hondamente y más honradamente”.
Hay una memoria viva del pasado en Alegría. Está presente el pasado, se mira el presente y se ve el pasado. Es de sentido común que el pasado determina el presente en buena medida. Sin embargo, también es cierto que ese pasado sigue vivo en nosotros solamente en la medida en que es vivido de nuevo a través del filtro de nuestra configuración psíquica presente.

Finalmente, en Alegría existe un latido vivo, hay luminosidad, aunque está viene del pasado en su mayor parte, y de la descendencia, de los hijos, y de la expresión carnal de pertenecer a un linaje, de ser el eslabón de una saga, un sistema familiar, y que mirando atrás y adelante, a los padres y a los hijos, es finalmente donde uno puede encontrar el sentido de la existencia, una ensanchada y trascendente expresión del significado de la vida propia.

Y hay otra luminosidad en Alegría que pertenece al personaje y matiza o endulza, o nos permite una suave sonrisa en el dolor: la mirada y las palabras de su protagonista están dichas desde una posición sencilla, natural y conforme. Asume lo que siente, digiere lo que vive, lo que puede vivir. Así que tal vez en Alegría falta aceptación con la vida, pero sobra con respecto a sí mismo. Igual podía ser al revés, pienso ahora algo confundido.

Finalmente quisiera agradecer a su autor por conmocionarme así, por darme frases y sentidos que han evocado los míos propios, mis padres, mi hijo, mi vida, y sobre todo, la presencia más y más cercana de la muerte. En sus páginas según avanzaba, he sentido su rostro y era verdad.

Extractos
Yo creo que me estoy despidiendo de este mundo, y lo hago a mi manera
Otros seres humanos no viven en esta continua perturbación porque mi vida es eso, una continua perturbación, un descenso a habitaciones que están debajo de mi cuerpo.
Arnold por todas partes
El espíritu de supervivencia que es capaz de crear un ser humano contiene una energía superior a la de la combustión del sol y de todas las estrellas del universo.
Fue la bondad natural quien le apartó del conocimiento de grandes ciudades, de muchos viajes, de muchas personas, de muchas cosas relevantes, que en modo alguno resuelven el problema final de un ser humano: la soledad.
Quien se mueve no tiene tiempo para pensarse. Quedarse quieto es como mirarse en el espejo. Moverse es romper todos los espejos.
La vida, en su significado más profundo, solo se cumple en su recuerdo.
Es muy difícil que un ser humano llegue a ser algo en sí mismo, más allá de cómo lo ven los otros.

 

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