Vivimos tiempos convulsos, extraños, inquietantes, inciertos y desconocidos. La mayoría NUNCA ha vivido algo igual, ni parecido.
Desde esta visión, es desde la que puedo decir que estamos atravesando un TRAUMA COLECTIVO. Todos tenemos ese momento en que una voz interior nos dice: Esto no puede estar pasando, parece todo una película apocalíptica a veces, cómo es posible. Estas, son las preguntas que rumia la cabeza cuando vivimos algo traumático. En ellas, y desde la razón, uno trata de dar vehículo a esas emociones que están sacudiéndose: miedo, tristeza… también a la ansiedad y por momentos también la disociación que conlleva.
Todos tenemos una idea de qué es la ansiedad. Pero la DISOCIACIÓN. ¿Qué es eso? Pues bien, la disociación es una forma de desconectarnos interiormente. Es esa manera que todos podemos reconocer de estar pero no estar, quedarte mirando la tele o el café o al infinito y desaparecer. Uno se ausenta y así deja de sentir. La disociación en principio es un mecanismo sano (todo lo que podemos sentir en principio es porque no es necesario para conectarnos con la realidad, ¡incluida esta capacidad de desconectarnos!). Pero cuando hay heridas más profundas, conflictos, situaciones tensas, o traumas, el equilibrio de nuestro sistema empieza a perderse. Y es ahí donde a veces la disociación se convierte en un refugio para no sufrir. Un refugio que nos desconecta de la realidad.
Viene esta aclaración a cuento de lo mucho que se está hablando en torno a un tema del confinamiento: el ocuparse, el llenarse de actividades. Y frente a esto y como oposición a veces casi excluyente el no hacer nada, el taparse con una manta o estar sin más.
La verdad es que a los psicólogos todo nos indica que es bueno mantener en un mínimo estado nuestras rutinas. Horarios de sueño, comidas, cierta actividad, ejercicio. Todo es preferible que se mantenga en el estado en el que solemos tenerlo, incluso con una redefinición mejor. Tiene un porqué muy simple: al cerebro le gusta para su tranquilidad lo que conoce. Es un lugar seguro que lo calma. Es por eso. Y ¿cómo mantenerse en rutina en un confinamiento? Es ahí donde surge, debido a nuestra sociedad hiperconectada, un sinfín de posibles actividades online, de redes sociales, etc. Como se señala bien, no es una buena respuesta estar todo el día a la caza del último taller o la última webinar, ni tampoco del último post de nuestro amigo en Face o Instagram. Y tampoco lo es, por supuesto, seguir constantemente noticias y artículos sobre la pandemia, sus efectos, y la situación social.
Pero ¿y el dejarse estar?, ¿y el dolce far niente? Nos es necesario sin duda el descanso sin más, e incluso esos momentos de disociación de los cuales no podemos dar gran razón, pero que regulan en algo con su desconexión nuestro día a día.
Equilibrio pues. Ten tu rutina básica y permítete también esos momentos de ausencia. Desplazarse a la actividad (física o virtual o la que sea) en extremo no aliviará del todo nuestra ansiedad, desconectarnos por completo y estar sin más así generará a la larga ansiedad también, y nos desconectará de la realidad.
Aquí llego al meollo de mi escrito. Hay una tercera vía que no es exactamente una actividad más, y tampoco, desde luego que no lo es, un estar ausente o dejándose estar. Sí amigos, me refiero al MINDFULNESS, esa aptitud de la mente para prestar atención a lo que hay, aquí y ahora, estar totalmente conscientes de cada momento que vivimos.
Esta forma de meditación, extendida y conocida, se vuelve más necesaria en tiempos de más necesidad, como este en el que estamos, que es de mucha necesidad personal.
Mindfulness sería estar ocupado en una extraña actividad: la de uno mismo. Y sería estar sin hacer, pero conscientes, conscientes de nuestro cuerpo, nuestro respirar, nuestro sentir, en el aquí y ahora, en el discurrir del cauce de la vida.
Es inevitable recurrir al equilibrio para vivir. Recordad, equilibrio no significa estar siempre en el centro, en el medio señalado por el fiel de la balanza, sino estar ajustando los platillos para movernos en la búsqueda de ese perfecto centro, que nunca permanece. Un platillo es nuestro hacer, nuestro ocuparnos, nuestra actividad, el otro es el dejarse estar sin más, y en él como grado extremo el disociarse. El fiel de la balanza, que nos indica dónde estamos y qué peso llevamos con nosotros o qué ausencia y desconexión, sería el Mindfulness. De ahí su gran importancia.
Un abrazo a todos, en estos tiempos sin contacto físico.
P.D.: Si quieres tener una sesión ONLINE conmigo puedes consultarme precios y horario en el 687064954, figura en el blog. Puedes consultar mi perfil profesional en la página mundopsicólogos buscándome por mi nombre y ver las recomendaciones y mis áreas de atención. Soy especialista EMDR en ansiedad y trauma, psicólogo clínico colegiado.