He encontrado en las páginas de “El camino del artista para los padres“, de JULIA CAMERON, una vieja revelación olvidada: la escritura terapéutica. O llámalo la escritura para hablar contigo, para encontrarte, para tener una conversación a solas con tu interior. Llámalo escucharte un poco.
Ella lo llama “páginas matutinas”, pero pueden escribirse en cualquier momento. Este libro está indicado para los padres (madres y padres quiere decir), porque son un caso específico dentro de uno amplio: el de las personas que no tienen tiempo para estar con ellas mismas, para escucharse, para tensar la seda del tiempo y discurrir por ella lentamente.
Para ello una exigencia es fundamental: escribir a mano (tiene otros beneficios). Nada de ordenador, nada de teclado. Recuperar el utensilio de escribir a mano que más te guste y empezar con el compromiso de escribir al menos un número de carillas. Yo me he puesto cinco páginas de mi cuaderno actual, el que utilizo para tomar notas de mis pacientes. Me gusta la idea de que en un determinado punto las páginas de mis pacientes – a los que acompaño – se encontrarán con las mías, en las que me acompaño a mí.
Una primera idea de escribir un diario, para mí, es la de transformar a voluntad nuestra relación con el tiempo. Porque vivimos abocados en un mundo que relampaguea constantemente. Tal vez por eso la mayor metáfora de cómo vivimos es una pantalla. Las experiencias se suceden sin parar, cortándose unas a otras, y andamos espoleados tras ellas. Vivimos en la angustia de perder el tiempo. Créeme si te digo que si te pones a escribir, sin prisas, haciendo algo de caligrafía, y dejando que broten las palabras para dibujarlas casi, empezarás a notar una relación diferente con el tiempo. Sentirás impaciencia, nerviosismo, o tal vez una calma y relajación en ello. Sea lo que sea, es bienvenido, estás empezando a encontrarte con esa figura abstracta, intangible: el tiempo.
No es fácil cambiar, pero es posible, el cambio se produce. El cambio es el movimiento que busca el terapeuta. No es necesariamente un movimiento externo (un hacer cosas). A veces el cambio viene sin hacer nada. Eres el mismo, pero has cambiado. Pareces el mismo en realidad, pero te has movido.
Os recomiendo de corazón, y con firme convicción, que os comprometáis con vosotros y escribáis unas páginas diarias, o al menos tres veces por semana. No es necesario que tengan mucho sentido, dejad fluir vuestros sentimientos. Os doy algunos consejos para esa escritura:
- pregúntate: ¿cómo estás? ¿qué te pasa? ¿cómo va todo? ¿qué te ocurre?
- trata de coger un tema que aparezca y escribirlo. Verás que te surgen ideas nuevas o que se desvían de eso. Trata de dejarlas a un lado, o anótalas, pero sigue con tu tema despacio, sin esforzarte, simplemente escribiendo en torno a él.
- registra tus actividades diarias y busca una que haya alcanzado tu corazón, tus sentimientos.
- escribe un recuerdo que haya acudido a tu mente recientemente. Intenta llegar a él como si te hubieran enviado un paquete que abres y miras para saber qué es. Descríbetelo, explóralo.
- escríbele a esa persona a la que no le has dicho lo que tienes dentro, sobre ella, o sobre ti.
- puedes pegar fotos, cosas sueltas, que acompañen tu diario. Puedes decorar su portada. Todo ritual, todo adorno, es un rito de paso para acompañarlo.
Creedme. Algo va a pasar. Si me dejáis vuestras impresiones en los comentarios prometo contestaros. Tanto para orientar como simplemente para compartir.
Y mientras escribís, id familiarizándoos con el fluido del tiempo, sentid la vida y su roce. Es el efecto de fondo de acompañarse y narrarse: sentir que uno vive.