Como psicólogo hay dos cosas de esta cuarentena y la pandemia que me preocupan especialmente.
Una es la reclusión de los niños. Ayer hablaba una psicóloga infantil y mencionaba cómo los niños se dan cuenta de las cosas. De hecho, decía, casi ningún niño pide salir a la calle. Saben lo que pasa y se sienten seguros en casa y lo aceptan. No sé yo si eso de que lo aceptan será decir demasiado. Creo que los niños se hacen cargo de la situación, sin duda, y que casi siempre que un niño se hace cargo de una situación que le viene grande (y esta nos viene grande a todos) esto tiene una factura emocional inevitable que además ellos reciben con menos habilidades para saber gestionar. Su principal arma será, lo mencionó esta psicóloga, su resiliencia natural, encajar las cosas como son, darlas por naturales. Pero en una situación como esta no puede pensarse que con eso será suficiente.
Lo que considero es que ha faltado presencia. Ha faltado presencia de los colegios, según veo, que han mandado actividades, tareas, vídeos; pero han proporcionado muy poca conexión y mensajes de apoyo para que sientan que su grupo de referencia está ahí. La mayoría de los niños consigue mantener esa conexión con Roblox, discord y otras plataformas que tiene su red social. Allí se encuentran y juegan y se ven. El colegio, muy poco o nada.
Ha faltado, y tal vez es un imposible, presencia institucional, tratar de articular una manera de que pudieran tener un espacio, un lugar, una salida. Y al menos, que los medios de comunicación se dirijan a ellos más directa y continuadamente. Ser vistos, en un confinamiento así, es un alivio, y como tal ayuda en el impacto emocional.
Nadie duda de que los perros tengan que salir a la calle, y sin embargo – y no se me escapa que por logística – no vemos ni un solo niño en ella. De hecho para mí es uno de los mayores impacto de esta cuarentena, ver muy muy poca gente, y prácticamente ningún niño.
Presencia en los medios, un espacio posible ¿?, presencia de los colegios (que no es lo mismo que tareas?
A cambio obtienen la presencia de los padres y el estar en casa. Algo que les pilla a contrapelo de sus rutinas habituales, con horarios escolares, comedor, actividades extra y fines de semana de frenética actividad. Me pregunto a ese respecto si cuando todo esto pase querrán con ávido deseo volver a esa vida o añorarán el refugio de un hogar donde se han sentido familia como nunca.
Por otro lado están los muertos. Y me preocupa la soledad en que están muriendo y la soledad en que están viviendo estas muertes las familias. También me pregunto, sí, si no se puede hacer más. Sé que ha habido escasas iniciativas de hacer videoconferencias entre enfermos y familias. Deberían haber sido más. Más presencia, vuelvo a decir. ¿Es imposible que los familiares de alguna puedan acudir a ver a su familiar fallecido? No sé si se hacen una idea del impacto psicológico que tiene no ver a alguien cercano que ha fallecido. A nuestra mente le crea una gran impotencia a la par que extrañeza para poder asumir tal hecho. Hay demasiada invisibilidad. Y también demasiadas formas tecnológicas para atender al menos de forma virtual a esto. Ignoro sí serían posible otras.
Me preocupa el dolor, la ansiedad, la angustia, el miedo, la impotencia y lo difícil que es llevar todo esto. Soy experto en estas materias, eso quiere decir que llevo tratándome con personas afectadas por estas vivencias mucho tiempo. Y sé qué efectos producen.
La solución es 
compleja, pero un elemento esencial para mí en todo esto es la PRESENCIA. Es decir, asistir con los ojos, la mirada, los oídos y el corazón, al sentir de otro, de los niños, de los que mueren, y de los que están solos sin sus muertos. Demos cada uno desde donde podamos presencia.
P.D.: Si quieres tener una sesión ONLINE conmigo puedes consultarme precios y horario en el 687064954, figura en el blog. Puedes consultar mi perfil profesional en la página mundopsicólogos buscándome por mi nombre y ver las recomendaciones y mis áreas de atención. Soy especialista EMDR en ansiedad y trauma, psicólogo clínico colegiado.
