Hacía ya un tiempo que no leía psicoanálisis. Y al hacerlo de nuevo, uno se topa con esa tremenda capacidad de análisis y descripción y modelo de la psique humana que esta corriente es capaz de levantar. Porque el psicoanálisis trasciende la terapia, es una filosofía de la vida, del sentido, y una filosofía apoyada en un intento de descripción/postulación de la psique humana que alumbra en rincones que un impulso insistente nos lleva constantemente a olvidar o no mirar.
El psicoanálisis también trasciende la terapia estrecha, la de los síntomas, la del crecimiento personal desde una visión buenista y ramplona. Porque induce inevitablemente a lo político, porque se asume circunscrito en una realidad social, económica, política, que interacciona con lo que somos y nos hace y conforma.
Y en lo que más nos ilumina, es en esa incansable fuerza por dar luz a todo, por sacar a la vista y desde ahí empezar una y otra vez con lo que nos toca.
Los destinos del placer, alienación, amor y pasión, nos muestra en cuantas trampas caemos para no ser, para abocarnos a cualquier cosa menos a nosotros mismos, si no fuera por esa capacidad humana de reflexión, que luego muchas corrientes han querido desarrollar con matices o elementos de muy diversa consideración.
Algunas citas de este libro:
En el análisis de la relación de amor, prototipo de las relaciones de simetría, he intentado demostrar el compromiso que el amante está obligado a preservar entre placer y sufrimiento.
Todo síntoma es un compromiso entre lo reprimido y la acción represora del yo que, después de un primer fracaso, intenta dominar a este resucitado.
El anhelo del pensante es someter la cosa a la imagen de palabra por medio de la cual él la nombra.
Es siempre en nombre de una buena causa que alienamos nuestro pensamiento.
Saber que no se sabe es la posición menos natural que pueda existir para el pensamiento. Es una adquisición secundaria, frágil.
Nos olvidamos que en nuestra vida justamente todo es azar, desde nuestro nacimiento.
En el terapeuta la presencia de una misma y única actitud opuesta a la diversidad de las suyas, también es una manera de privarlo del recurso a todo signo palpable, material, de los sentimientos que él nos atribuye.
Siempre hay una parte, un rasgo de uno mismo que amamos en el otro, aunque sólo fuera la imagen que el otro nos remite en cuanto objeto amado.
Del alimento se esperará ese plus de placer que normalmente debería ser producido por esos otros objetos que son la palabra, el beso, la significación cultural del comer juntos.
Para que el Yo pueda existir es necesario que por lo menos un Yo lo reconozca.
Es más fácil aceptar la muerte que desprenderse totalmente de la realidad.
(Si estás interesado en un breve resumen de citas y fragmentos de este libro que hago con su lectura escríbeme a curroceren@gmail.com y te lo paso)